Cristianos Domesticados
El mensaje escrito en La Palabra es la única referencia completa de cómo llevar nuestras vidas como seres humanos cristianos en este mundo, para que esta vida sea una agradable a Dios. La Palabra es nuestro mapa en la vida. Esta debe ser la primera referencia y guía que consultemos para orientarnos en este caminar sin importar que situación estemos enfrentando, sean momentos de alegría, tristeza, crecimiento o sufrimiento. En la Palabra encontramos mensaje para toda ocasión. Dado que es La Palabra la guía escrita que nos ha permitido Dios tener, guiados por su Espíritu Santo, sin el cual no podríamos captar ni entender lo que el mensaje de La Palabra nos enseña. He tenido una inquietud en mi mente y corazón hace algún tiempo partiendo de uno de los muchos versículos que nos hablan de cómo debe ser la Iglesia en cualquier lugar que se encuentre. Buscando dejar a un lado que la opinión sea lo que me dirija, encuentro el registro del origen de la Iglesia en el libro de los Hechos lo siguiente:
“Los que habían sido bautizados se dedicaban con perseverancia a escuchar la enseñanza de los apóstoles, vivían unidos y participaban en la fracción del pan y en las oraciones. Todos estaban impresionados, porque eran muchos los prodigios y señales realizados por los apóstoles. Todos los creyentes vivían unidos y lo tenían todo en común. Vendían sus posesiones y haciendas y las distribuían entre todos, según las necesidades de cada uno. Con perseverancia acudían diariamente al templo, partían el pan en las casas y compartían los alimentos con alegría y sencillez de corazón; alababan a Dios y se ganaban el aprecio de todo el pueblo. Por su parte, el Señor cada día agregaba al grupo de los creyentes aquellos que aceptaban la salvación.”
Hechos 2: 42-47 BCJ
Esto me ha llevado a no poder dejar de pensar en lo esencial que es la unión dentro del Cuerpo de Cristo. Esto se debe a que en las últimas semanas he sentido que, como Iglesia, no hemos dado correctamente un testimonio del cambio que Cristo supuestamente ha operado en nuestras vidas. Y me atrevo a decir “supuestamente” ya que muchas veces hemos decidido conformarnos con lo que llamo ser un “cristiano domesticado”. Cuando me refiero a este tipo de cristiano, hablo del cristiano de rutina: el cristiano que lee y conoce La Palabra, el que asiste a la Iglesia sin falta, el fiel diezmador, e incluso el de más tiempo en el Evangelio, pero aquel que lleva una vida cristiana sin la pasión del primer amor.
El problema con ser un cristiano domesticado es que muchas veces no podemos reconocer que somos uno, lo que nos lleva a continuar nuestras vidas como si nada estuviese pasando. Cuando continuamos viviendo domésticamente, nuestra vida como cristiano llega a un nivel de estancamiento donde el crecimiento cesa. El problema con que nuestro crecimiento cese es que así mismo como dejamos de crecer, empezamos a sustituir ese crecimiento con suplementos anti-cristianos. Nuestras prioridades cambian. Empezamos a sustituir el tiempo que dedicábamos a Dios, por más tiempo en la televisión, en nuestras computadoras, trabajos, e incluso, debo mencionar que los mismos lazos familiares y de amistades podrían empezar a ocupar el espacio de Dios en nuestras vidas, lo que convierte a todas estas cosas en ídolos, y por lo tanto, a nosotros en idólatras. Obviamente vamos a escuchar que esto también podrían y son “bendiciones de Dios” y responsabilidades que no debemos dejar de atender, y sí, es cierto, siempre y cuando no ocupen el lugar de Dios en nuestras vidas.
Lamentablemente, vivimos en unos tiempos donde se ha enfatizado en la búsqueda del interés propio, de nuestra seguridad, de nuestro éxito, de velar por nuestro bienestar sin prestarle mucha atención a lo que le suceda a la persona que está a mi lado, y esto se ha filtrado en nuestras iglesias. El Cuerpo de Cristo ha sido infectado por el individualismo, que nos ha vuelto humanos egoístas, lo que nos ha llevado al conformismo en términos espirituales y esto lo perciben las personas que no se congregan en ninguna Iglesia. Tenemos que empezar a desprendernos de nosotros mismos y vaciarnos de nuestros ídolos para que Dios empiece a reordenar y sanar los miembros de su cuerpo.
“Por tanto, también nosotros, ya que estamos rodeados de tal nube de testigo, liberémonos de todo impedimento y del pecado que continuamente nos asalta, y corramos con perseverancia en la carrera que se abre ante nosotros, fijos los ojos en Jesús, autor y perfeccionador de la fe, el cual, animado por la alegría que le esperaba, soportó sin acobardarse la cruz y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios. Fíjense, pues, en aquel que soportó en su persona tal contradicción de parte de los pecadores, a fin de que no se dejen vencer por el desaliento.”
– Hebreos 12: 1-3 BCJ
“Así pues, ya que han aceptado a Cristo Jesús, el Señor, vivan como cristianos, enraizados y edificados sobre Él, firmes en la fe, como se les ha enseñado, y permanentemente den gracias.” – Colosenses 2: 6 BCJ
Y similares a estos cuatro versículos encontramos muchos más en La Palabra. De modo que, no tenemos excusa. No nos convirtamos en la Iglesia de Éfeso, que a pesar de ser cristianos de conducta, dejaron enfriar su primer amor [Apocalipsis 2: 1-7]. Tal como encontramos en el capítulo 2 de la carta de Santiago:
“¿De qué le sirve a uno, hermanos míos, decir que tiene fe, si no tiene obras? ¿Podrá acaso salvarlo la fe? Si un hermano o una hermana están desnudos y no tienen nada para comer, y uno de ustedes les dice: ‘Váyanse en paz, abríguense y coman’, pero no les da o necesario para su cuerpo, ¿de qué sirve?. Así también la fe: si no tiene obras, está completamente muerta.” Santiago 2: 14-17 BCJ
Es tiempo de dejar atrás nuestra domesticación y empezar a poner nuestra fe en acción. Nuestro testimonio como Iglesia, como un solo Cuerpo unido a la cabeza que es Cristo, será el testimonio que hablará a todos los que nos rodean del verdadero cambio que hace Cristo en nuestras vidas. Lo único que tenemos que hacer es renunciar a nuestros propios intereses y buscar los intereses de Cristo. Debemos de empezar a vivir por el amor que Él nos ha dado.
“Perseveren en el amor fraterno. No se olviden de hacer el bien y de ayudarse mutuamente, porque en tales sacrificios se complace Dios.” – Hebreos 13: 1 y 16 BCJ
Será su amor el que nos una, y el que nos hará resplandecer donde quiera que vayamos. Tal como se comparte en esta página, el verdadero Amor es Gozo y Paz, y ese amor solo lo podemos encontrar en Cristo Jesús, que fue tanto su amor por nosotros, que se dio a sí mismo, obedeciendo la Voluntad del Padre, para hacernos participes junto con él, y por él, de la herencia del Reino de los Cielos. Solo tenemos que desdomesticarnos y renunciar a nuestras prioridades para que sea Dios lo único que llene nuestras vidas, porque solo Él puede hacerlo de la manera en que realmente lo necesitamos.
-Raúl Reyes Morales | JUN2015
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